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miércoles, 8 de agosto de 2012

Chihuahua, reforma electoral sin consulta

En la opacidad completa, tras bambalinas, sin consultar a la sociedad ni a nadie: así se procesa una reforma electoral en el estado de Chihuahua.

Nadie sabe de qué se trata y ni los partidos políticos ni los diputados se han tomado la molestia de explicar los cambios que vienen, su pertinencia y hondura, si la tienen. Es un lugar común que toda reforma electoral es importante porque toca al régimen político que a su vez se refiere a las reglas para acceder al poder.

No se trata, como pareciera, de las reglas que el Club de Leones o el Rotario se dan a sí mismos para aceptar a sus miembros y dotarlos de derechos para que designen a sus decorativos representantes. Se trata de algo fundamental: el andamiaje a través del cual, se supone, los ciudadanos, los partidos, las instituciones arbitrales y jurisdiccionales abren los caminos a mecanismos democráticos impostergables para una mayor participación. Esta es, simple y llana teoría, o si se quiere, buenos propósitos, porque para los que hacen la reforma no hay más allá que los cubículos donde la procesan, confirmándose que la vieja divisa mediante la cual una burocracia, autoritaria y cerrada, decide este tipo de normas, sin mirar lo que la sociedad desea y mucho menos proponerse la construcción de una ciudadanía siempre activa y siempre presente.


No son pocos los pensadores políticos que han insistido en que la capacidad para crear instituciones corre al parejo y, para pensadores como Samuel Huntington, equivale a la necesaria capacidad para crear intereses públicos. Muchas reformas postulando bienes públicos se quedan en el papel y se convierten en letra muerta porque del lado del Estado y los gobernantes está la cerrazón con la que se obstruye, precisamente, crear esos intereses públicos. Es la historia del derecho a la información pública y la transparencia en Chihuahua. En esta materia tenemos una ley de avanzada pero con gobiernos tan indispuestos y opacos como los pueda imaginar. Y no solo: también hay guerra a muerte contra quienes han creído en la ley y pretenden colmar sus metas. Igual suerte han corrido en Chihuahua todas las instituciones de democracia participativa, tales como el plebiscito, el referéndum, la iniciativa popular, para ya no hablar de las desventuras de la revocación del mandato. Soy un descreído de que los códigos creen la realidad, pero también descreo de que tengamos leyes para incumplirlas precisamente porque la clase política enquistada en el poder se dedica a obstruir la incorporación de la ciudadanía en las decisiones públicas, sobre todo las más relevantes.

La reforma electoral que viene parece propia de una sociedad hermética. Contradice las formas, estilos y metas con las que se emprendió la última gran reforma constitucional durante el gobierno de Francisco Barrio y la primera legislatura que lo acompañó de mayoría de su partido, pero también las que se realizaron tanto al código básico como a la legislación electoral teniendo por interlocutor la diputación de mayoría priísta que coordinó Miguel Etzel Maldonado y en la que Dagoberto González, del PRD, jugaron un papel de atención a la sociedad y de apertura a mecanismos democráticos. Insisto, hoy son herméticos y los decisores parece que los enlataron al alto vacío, en todo los sentidos. Como los congrejos: vamos para atrás.

Nadie sabe cuáles son los contenidos que vienen y cuáles sus metas. Los diputados del señor Serrano son tan montaraces como el apellido del gris pastor. No dudo que en algunas de sus frases se deslicen buenos propósitos y mejores intenciones, el problema es que nadie sabe y, al paso que vamos, nadie supo. Algunos dicen que vendrán ampliaciones de los periodos de gobierno municipal y para los legisladores, pero seguro estoy que nadie se muere por abanderar tales propósitos a partir de los desempeños de un Héctor Murguía Lardizábal, o de la recua de diputados locales que padece esta entidad. La composición del Congreso seguirá dispuesta a modo en la ley, y así como ahora se violenta de manera flagrante, mañana sólo habrá garantías para que el cacique local siga engrandeciendo de manera demencial sus anhelos de poder y consagración tiránica.

Tiene pertinencia la pregunta de si se requiere o no una reforma electoral y claro que la respuesta es afirmativa. En mejores tiempos para el proceso de decisión democrática, se ha puesto el acento en no pocas cosas que tienen la mayor importancia, pero los del PRI -gobierno y partido- las han bloquedo porque simple y llanamente no les conviene a sus mezquinos intereses. Es el caso de la distritación que violenta, desde hace mucho, el principio de que a cada ciudadana y a cada ciudadano le corresponde un voto. Las actuales demarcaciones tienen un largo historial de obsolecencia, pero no se ha hecho nada porque para los últimos tres gobiernos priístas eso les modificaría la composición del Congreso local. En otras palabras, la democracia representativa le importa tanto como a los aficionados al caviar y la buena champaña los tamales y el atole de champurrado.

Pero ahí van, tras una reforma palaciega y oscura. Seguro estoy que no les interesa garantizar la neutralidad del órgano electoral arbitral, al que sin duda preservarán en la facciosidad que hoy tiene. De la democracia participativa dudo que se ocupe porque nada que altere las reglas de que se ha beneficiado es modificable. Cuantas veces se ha intentado un plebiscito, un referéndum, una iniciativa popular o una revocación de mandato, otras tantas desde el poder se ha dicho que no. Pareciera que únicamente las elecciones son la forma de participar, y esto, obviamente, porque no se han proscrito ni en la ley ni mucho menos en la realidad los mecanismos de partido de Estado, clientelar y corporativo que reinan y gobiernan en esta tierra. El PRI tiene en la burocracia su principal sustento y en la compulsión una buena bolsa de votos. Para todos, con una modesta mirada de la realidad, es una obviedad que el PRI es un brazo más del gobierno del estado, que las prerrogativas a los partidos, sin excepción, son un recurso para mantener camarillas de haraganes y los espacios de representación proporcional un simple botín en el que se agotan las grandes y las pequeñas agrupaciones políticas; y sólo hablo de grandeza de tamaño, porque la otra que se refiere a los propósitos y valores políticos de la democracia están ausentes.

Habrá adecuaciones, probablemente algo de gramática y, previsible, mucha demagogia. Pero toda esa fiesta acontece sin que el ciudadano sepa que se tomarán decisiones. En otras palabras: la partidocracia en acción, cuyo lema parece perfilarse ya de manera definitiva en estas cuantas voces; la democracia es tan importante que no la podemos dejar en manos de los ciudadanos.

Que el PRI, el PT y el PV no hablen de esto lo tengo por lógico. Que los del PAN asuman el mismo comportamiento ya me suena a traición al viejo proyecto gomezmorinista, pero que el PRD navegue a la deriva no tiene calificativo cuando hoy lo que está a debate en la nación es precisamente el resultado electoral por deficiencias en la ley. La sociedad civil –¡ah, la sociedad civil!–, quien la encuentre por favor devuélvala.

Al paso que vamos, las elecciones en México serán como aquellas del Egipto de la década de los sesenta y setentas, que se narran en esta frase por un autor de tan difícil pronunciación como escritura que me orillan a omitirlo: “Mi actitud frente a las elecciones siempre había sido esta: dejar libertad absoluta a todos para que voten como les parezca, hasta el fin del proceso. Luego, llevarme tranquilamente la urna, arrojarla al canal y sustituirla con la que habíamos preparado a nuestro antojo”. ¿Será?
Fuente: Frontenet
http://www.frontenet.com/editoriales/Con%20el%20coraz%C3%B3n%20abierto/199
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