Aunque hasta hace relativamente poco no muchas mujeres
hablaban abiertamente de su uso de lubricante, hoy en día ya se ha
conseguido evitar los eufemismos para esconder el asunto. Este producto
no tiene nada malo y su uso es muy apreciado en muchas mujeres, sobre
todo en las que viven el proceso de la menopausia. Pasada la cuarentena,
las mujeres disminuyen su producción de estrógenos, las hormonas
típicamente femeninas, por lo que el sexo puede dejar de ser placentero
para muchas de ellas.
Pero incluso mujeres más jóvenes encuentran en el
lubricante una mejor manera de disfrutar sin preocupaciones de su vida
sexual. Los motivos pueden ser bien distintos: porque producen poco
flujo vaginal -debido a una sequedad puntual-, porque temen sufrir
desgarros, porque han dejado de fumar, porque llevan tiempo sin
practicar relaciones sexuales o porque, precisamente, se inician en el
sexo. Dos de cada tres mujeres lo usa, por lo que las ventajas son
obvias: el lubricante puede mejorar las relaciones eróticas de mujeres
que no encuentran placer en ellas.
Por otro lado, incluir en la intimidad del dormitorio un
nuevo elemento puede motivar una mejor comunicación con la persona con
quien se comparte la cama. En unos años o en una temporada en la que el
sexo no tiene la misma vitalidad que en los años previos, es importante
buscar alicientes que animen a los amantes a recuperar la pasión, algo
que no solo es momentáneamente bien recibido, sino que tiene grandes
beneficios para la salud.
Además de ser un gran ejercicio aeróbico con el que el
cuerpo también se olvida del estrés, quema calorías y produce una mayor
cantidad de anticuerpos, es un alivio natural contra el dolor. Esto es
posible cuando el cuerpo ordena al hipotálamo que libere su hormona
favorita, la del placer -también llamada oxitocina-, que nos transmite
bienestar automáticamente y mejora el autoestima. Dicho todo esto,
parece evidente que no necesitamos más motivos para servirnos de los
elementos necesarios para conseguir el mayor placer sexual.