Un detallado seguimiento de teléfonos celulares fue la clave para la captura de Óscar Osvaldo García Montoya, “El Compayito”, líder de la organización criminal “La Mano con Ojos”, quien cometió el error de dejar su móvil encendido más tiempo del que normalmente lo hacía.
Los agentes pusieron atención en los celulares que tenían un uso fuera de lo común, como varios que eran encendidos y utilizados entre las 2 y las 3 de la mañana, por tiempos cortos, y luego quedaban apagados durante semanas.
Cuando parecía que el operativo había fracasado, los agentes detectaron la misma señal del celular en un domicilio de Avenida Luis Cabrera, en la Delegación Magdalena Contreras.
García Montoya olvidó apagar su teléfono y los policías ingresaron a una casa en la que se encontraba dormido.
Sólo les dijo a los agentes que se iba a entregar sin ningún problema, pero que dejaran ir a su esposa y a su hijo.
En tanto, como “un sicópata, sin arrepentimiento y entrenado” para matar, describió el procurador del Estado de México, Alfredo Castillo, a Óscar Osvaldo García Montoya.
Dice que no tenía el más mínimo miramiento en hacerlo, porque él lo veía como una forma de vida.
El asesinar no era suficiente, buscaba la atención de los medios de información, al dejar los cuerpos sin vida en situaciones indignantes.
Vengativo, no perdonaba la vida de sus colaboradores cercanos o lejanos, de personas que le servían de halcones o informadores de lo que sucedía en la vía pública, como taxistas o boleros.
Los agentes pusieron atención en los celulares que tenían un uso fuera de lo común, como varios que eran encendidos y utilizados entre las 2 y las 3 de la mañana, por tiempos cortos, y luego quedaban apagados durante semanas.
Cuando parecía que el operativo había fracasado, los agentes detectaron la misma señal del celular en un domicilio de Avenida Luis Cabrera, en la Delegación Magdalena Contreras.
García Montoya olvidó apagar su teléfono y los policías ingresaron a una casa en la que se encontraba dormido.
Sólo les dijo a los agentes que se iba a entregar sin ningún problema, pero que dejaran ir a su esposa y a su hijo.
En tanto, como “un sicópata, sin arrepentimiento y entrenado” para matar, describió el procurador del Estado de México, Alfredo Castillo, a Óscar Osvaldo García Montoya.
Dice que no tenía el más mínimo miramiento en hacerlo, porque él lo veía como una forma de vida.
El asesinar no era suficiente, buscaba la atención de los medios de información, al dejar los cuerpos sin vida en situaciones indignantes.
Vengativo, no perdonaba la vida de sus colaboradores cercanos o lejanos, de personas que le servían de halcones o informadores de lo que sucedía en la vía pública, como taxistas o boleros.
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