“¿Qué es un sexo feliz? No tiene que ver con la cantidad, mucho sexo no necesariamente produce felicidad, incluso puede ser reflejo de un comportamiento neurótico”, ha explicado la sexóloga María Pérez Conchillo en un curso de verano de la UNED celebrado en El Barco de Ávila.
“Nuestra sexualidad -ha dicho- está influenciada por muchos factores, como el entorno social, los grupos de referencia, nuestro objeto del deseo y las variables propias de cada individuo. Estas influencias son tan grandes que pueden ocasionar dramáticos trastornos del comportamiento”.
Sexóloga del Instituto Espill, ha impartido un taller de actitudes sexuales favorables en el curso ‘Salud sexual’ -uno de los ocho celebrados esta semana en El Barco-, puso como ejemplo “el caso de un matrimonio en el que ambos cónyuges eran físicamente incapaces de realizar el coito, los dos eran miembros de un grupo cristiano radical y habían sido educados en la creencia de que ‘sexo es igual a pecado’. Tras su matrimonio, aunque ya podían realizar el acto sexual sin miedo a pecar, habían interiorizado hasta tal punto la malignidad del sexo que cada uno había desarrollado una patología física que les impedía consumar, a pesar de su ferviente deseo de tener hijos”.
Pérez Conchillo, quien subraya que sus conocimientos proceden de “una base científica y no dogmática, que sus valores son universales y están basados en los Derechos Humanos”, entiende que “las personas tienen derecho a una sexualidad feliz como tenemos derecho a aspirar al bienestar”.
Proceso“La sexualidad -señala- es un proceso que vamos desarrollando desde que nacemos y no es fácil cambiar, de ahí la relevancia de una educación sexual formal, si bien desgraciadamente estamos muy lejos de tenerla y es a través de los amigos, de la televisión, de las revistas o de internet como niños y jóvenes van construyendo su idea de la sexualidad, las más de las veces, ante la carencia de orientación de padres y maestros”.
Y es que apunta que los mensajes son contradictorios: “el sexo el sucio, pero guárdalo para quien ames; tu cuerpo es precioso, pero que nadie lo vea; el sexo es maravilloso, pero ¡mucho cuidado!”. “Qué hay detrás de la represión de nuestra sexualidad?”, se pregunta la sexóloga”, para responderse: “casi siempre intereses económicos con una mezcla de creencias, una confusión de moral religiosa, ideología política y credos que se oponen al conocimiento científico y a nuestro derecho a aspirar a la felicidad”.
Cita como ejemplo zonas del mundo, como África, “donde el uso del preservativo es claramente una cuestión de salud y su prohibición moral o religiosa, acarrea consecuencias de muerte”.
“Tenemos que estar preparados para desaprender y ese ha sido el objetivo del taller de actitudes sexuales favorables, desaprender para poder aprender a gestionar nuestra sexualidad”, manifiesta. “¿Cómo? Siendo responsables de nuestro placer y no pretender que los demás adivinen los que nos gusta, experimentando el sexo como una diversión y no como un instrumento, centrándonos en nuestras sensaciones y en el disfrute para descubrir lo que nos gusta y saber pedirlo”. “Un sexo feliz y responsable solo limitado por el respeto a los demás”, concluye.
“Nuestra sexualidad -ha dicho- está influenciada por muchos factores, como el entorno social, los grupos de referencia, nuestro objeto del deseo y las variables propias de cada individuo. Estas influencias son tan grandes que pueden ocasionar dramáticos trastornos del comportamiento”.
Sexóloga del Instituto Espill, ha impartido un taller de actitudes sexuales favorables en el curso ‘Salud sexual’ -uno de los ocho celebrados esta semana en El Barco-, puso como ejemplo “el caso de un matrimonio en el que ambos cónyuges eran físicamente incapaces de realizar el coito, los dos eran miembros de un grupo cristiano radical y habían sido educados en la creencia de que ‘sexo es igual a pecado’. Tras su matrimonio, aunque ya podían realizar el acto sexual sin miedo a pecar, habían interiorizado hasta tal punto la malignidad del sexo que cada uno había desarrollado una patología física que les impedía consumar, a pesar de su ferviente deseo de tener hijos”.
Pérez Conchillo, quien subraya que sus conocimientos proceden de “una base científica y no dogmática, que sus valores son universales y están basados en los Derechos Humanos”, entiende que “las personas tienen derecho a una sexualidad feliz como tenemos derecho a aspirar al bienestar”.
Proceso“La sexualidad -señala- es un proceso que vamos desarrollando desde que nacemos y no es fácil cambiar, de ahí la relevancia de una educación sexual formal, si bien desgraciadamente estamos muy lejos de tenerla y es a través de los amigos, de la televisión, de las revistas o de internet como niños y jóvenes van construyendo su idea de la sexualidad, las más de las veces, ante la carencia de orientación de padres y maestros”.
Y es que apunta que los mensajes son contradictorios: “el sexo el sucio, pero guárdalo para quien ames; tu cuerpo es precioso, pero que nadie lo vea; el sexo es maravilloso, pero ¡mucho cuidado!”. “Qué hay detrás de la represión de nuestra sexualidad?”, se pregunta la sexóloga”, para responderse: “casi siempre intereses económicos con una mezcla de creencias, una confusión de moral religiosa, ideología política y credos que se oponen al conocimiento científico y a nuestro derecho a aspirar a la felicidad”.
Cita como ejemplo zonas del mundo, como África, “donde el uso del preservativo es claramente una cuestión de salud y su prohibición moral o religiosa, acarrea consecuencias de muerte”.
“Tenemos que estar preparados para desaprender y ese ha sido el objetivo del taller de actitudes sexuales favorables, desaprender para poder aprender a gestionar nuestra sexualidad”, manifiesta. “¿Cómo? Siendo responsables de nuestro placer y no pretender que los demás adivinen los que nos gusta, experimentando el sexo como una diversión y no como un instrumento, centrándonos en nuestras sensaciones y en el disfrute para descubrir lo que nos gusta y saber pedirlo”. “Un sexo feliz y responsable solo limitado por el respeto a los demás”, concluye.
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