Fueron los inicios de los años ochenta. El 'caballo', la heroína, circulaba con manga ancha por todo el País Vasco. «Es imposible encontrar hachís, pero el 'caballo' te lo regalan», decía un drogodependiente ya fallecido que vagaba por las calles de la Parte Vieja de San Sebastián. Hubo decenas de infectados que murieron por el sida, en Donostia, Bilbao, Errenteria o Elgoibar -un pueblo en el que se dió una enorme incidencia-. En aquellos tiempos el virus del VHI afectaba sobre todo a 'yonkis' o a homosexuales, pero más tarde el colectivo heterosexual sintió también la fatal picadura. Y morían todos. No como ahora, que los tratamientos a base de una enormidad de pastillas permite a los infectados mantener una calidad de vida en, al menos, el primer mundo. Con todo, los especialistas subrayan que no hay que bajar la guardia e invitan a la sociedad a mantener posturas preventivas que eviten un posible contagio de la enfermedad.
Y es que el sida es incurable. Desde que apareció hace 30 años ya ha provocado 30 millones de muertos y ha transformado el mundo, generando un esfuerzo financiero ejemplar, una movilización de gran envergadura y espectaculares avances médicos.
El 5 de junio de 1981, el Centro de Control de Enfermedades de Atlanta de EE UU, descubrió en cinco jóvenes homosexuales una extraña neumonía que hasta entonces sólo afectaba a personas muy inmunodepresivas. Un mes más tarde se diagnosticó un cáncer de la piel en 26 homosexuales estadounidenses y se comenzó a hablar de 'cáncer gay'. Al año siguiente, la enfermedad fue bautizada con el nombre de síndrome de inmunodeficiencia adquirida, o sida .
En 1983 un equipo francés aisló el virus, transmitido por la sangre, las secreciones vaginales, la leche materna o el esperma, que ataca el sistema inmunitario y deja expuesto al paciente a 'infecciones oportunistas' como la tuberculosis o la neumonía.
Estos 30 años de sida y sus millones de muertos han sido también una época de grandes éxitos frente al virus. En 1996, con las terapias combinadas, la enfermedad mortal pasó a ser crónica.
El Fondo Mundial, creado en 2002, ha entregado en ocho años casi 22.000 millones de dólares de subvención y un «programa de urgencia» organizado en Estados Unidos. «El sida cambió el mundo; un nuevo vínculo social se creó entre países del norte y del sur, lo que ninguna enfermedad había provocado», comenta Michel Sidibé, director de Onusida.
A su manera, los enfermos homosexuales participan también en la lucha y se convierten en «pacientes expertos», que relatan a los especialistas su experiencia, definen las necesidades y señalan los efectos indeseables de los tratamientos, según Bruno Spira, presidente de la asociación Aides.
Pero como la enfermedad no desaparece, el número de personas infectadas va en aumento, haciendo necesarios cada vez, más investigación, más tratamientos y más dinero. Por el momento, sólo una persona de cada tres infectados que necesitaría tratamiento lo recibe.
Peor aún, por cada dos personas que inician un tratamiento, habrá cinco nuevos enfermos. Los esfuerzos se orientan ahora a la prevención con métodos como la circuncisión, que protege a 2 de cada 3 hombres, una gelatina microbicida para las mujeres y el tratamiento de los infectados que disminuye casi totalmente el riesgo de transmisión sexual.
Pero la realidad es que, treinta años después, el sida no ha sido vencido.
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