Son la mezcla perfecta: narco, poder y política
La violencia de sangre y muerte en México se recrudece y toma dimensiones de verdad alarmantes. La matazón humana rebasó los casos de eliminaciones simples entre matones tradicionales, para llegar a los que se pueden llamar “asesinatos narcopolíticos” Entre las eliminaciones tradicionales en el mundillo político, tenemos por ejemplo la de Francisco Ruiz Masiú y de Luis Donaldo Colosio, casos nunca esclarecidos y los dos relacionados directamente con Carlos Salinas de Gortari.
En la nueva categoría de “asesinatos narcopolíticos” están por ejemplos la del candidato priísta a la gubernatura de Tamaulipas que fue baleado por supuestos sicarios del narco días antes de la elección. Así mismo han muerto varios familiares de destacados políticos, como es el caso del sobrino del gobernador electo de Chihuahua encontró la muerte de forma violenta al estilo narco. Ejemplos hay muchos, pero basten los referidos.
El secuestro del Jefe Diego, tiene ese perfil; una mezcla evidente de narco, poder y política.
Lo anterior es contexto para entender mejor el reciente asesinato de Hugo Francisco Zamora Ochoa, sobrino político de Manuel Espino, ex dirigente nacional del PAN y en los últimos meses acérrimo crítico de Calderón. Los encontronazos entre Manuel Espino y Felipe Calderón dividen más de lo que ya está al Partido Acción Nacional, cuya dirigencia se ve alicaída y convencida que le será imposible ganar la presidencia en 2012.
Así las cosas, crece la percepción popular de que como se sospecha desde hace tiempo, los narco-asesinos están metidos hasta la cocina en los asuntos políticos y partidistas del País. Esto explica la desesperación de Calderón, que con el engrudo hecho bolas no le queda otro camino que hacer llamados y más llamados a la unidad nacional para enfrentar la violencia exacerbada. Unidad que se antoja imposible porque nada se puede unir en un clima de espesa desconfianza.
Lo anterior es contexto para entender mejor el reciente asesinato de Hugo Francisco Zamora Ochoa, sobrino político de Manuel Espino, ex dirigente nacional del PAN y en los últimos meses acérrimo crítico de Calderón. Los encontronazos entre Manuel Espino y Felipe Calderón dividen más de lo que ya está al Partido Acción Nacional, cuya dirigencia se ve alicaída y convencida que le será imposible ganar la presidencia en 2012.
Así las cosas, crece la percepción popular de que como se sospecha desde hace tiempo, los narco-asesinos están metidos hasta la cocina en los asuntos políticos y partidistas del País. Esto explica la desesperación de Calderón, que con el engrudo hecho bolas no le queda otro camino que hacer llamados y más llamados a la unidad nacional para enfrentar la violencia exacerbada. Unidad que se antoja imposible porque nada se puede unir en un clima de espesa desconfianza.
La situación es grave, porque cuando el narco invade y hace suyo el territorio político, aparece como poder fáctico la narco-oligarquía que es ni más ni menos, la antítesis de la democracia que libera a los pueblos. Eso precisamente sucedió en otros países, como en Colombia por ejemplo, donde los oligarcas y al mismo tiempo políticos, crearon sus cuerpos de paramilitares para matar, y asesinar y deshacerse así de sus enemigos políticos.
Pero además, cuando las cosa política se descompone a tal grado, surge automáticamente el terrorismo con sus brutales acciones como son los coches-bomba que ya empezaron estremecer de miedo a la población en varias regiones del territorio nacional. Esa descomposición política es multifactorial y sus mayores promotores vienen del extranjero. Son grupos de ultraderecha, impulsores del capitalismo neoliberal que no quieren que los mexicanos nos unamos para vivir y progresar en paz.
Ahora más que nunca es valedera aquella lamentación que dice: Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos. Unos dicen que el autor de esa verdad es Porfirio Díaz, en lo personal no lo creo, pero esa es harina de otro costal. Lo que por ahora debe importar a los mexicanos sin vocación de esclavos, es unificar criterios y voluntades para desenmascarar a los verdaderos enemigos de México.
Hay retrazados mentales que dicen que la problemática nacional no tiene remedio. Yo no soy tan pesimista. Creo que precisamente en el marco de los festejos que la burocracia gubernamental hace parea celebrar la Independencia y la revolución, debe cambiarse el discurso para despojar de sus máscaras a los intocables enemigos de nuestra patria, en vez de hacer discursos que resultan brillantes apologías para nuestros verdugos.
Observe por favor, los sedosos discursos de la esqusita burocracia encargada de esos festejos, y verá que ni por error lamentan la explotación que hemos sufrido durante quinientos años de parte de los extranjeros adueñados de nuestras riquezas nacionales. Al contrario, los justifican y agradecen que nos hayan venido a fregar. Ya comentaremos, pero desde nuestro ENFOQUE.
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